En Cuba aumenta la indigencia mientras envejecientes piden para comer

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William Abel muestra el contenido de una bolsa de plástico que acaba de encontrar en un contenedor de basura en La Habana y que será su alimento: un poco de arroz con verduras y un hueso roído de pollo. Decenas de moscas también disputan esa comida.

Este cubano, de 62 años, duerme en la calle desde el derrumbe de su casa en las afueras de la capital. «La comida es lo más difícil. Llevo dos años buscando en la basura algo que comer», cuenta a la AFP, hablando con dificultad por la falta de dientes.

Bajo una camiseta sucia, se adivina un cuerpo delgado con los huesos marcados. Dice que sufre de artritis, hipertensión y problemas hepáticos. Y admite que solía beber «bastante».

La mendicidad «siempre existió» en Cuba, afirma William, pero «ahora hay más que nunca».

A mediados de julio, la ministra del Trabajo y Seguridad Social, Marta Elena Feitó, renunció después de provocar indignación en la población, al afirmar que en Cuba no hay mendigos, sino personas «disfrazadas de mendigos» y criticar a los limpiaparabrisas callejeros por buscarse «la vida fácil».

Orgullosa de contar con un socialismo igualitarista, Cuba llevaba mucho tiempo reduciendo la pobreza gracias a importantes programas sociales como servicios de salud gratuitos y la distribución de alimentos subvencionados, a través de la famosa libreta.

Pero la severa crisis económica que afecta a la isla desde hace cuatro años impide ahora al Estado, inmerso en la escasez de divisas, garantizar estos programas de ayuda.

El deterioro de la economía obedece a la debilidad estructural del sistema económico centralizado, a una fallida reforma monetaria y al reforzamiento de las sanciones estadounidenses, entre otras.

A consecuencia de lo anterior y del aumento del precio de los alimentos un 470% entre 2018 y 2023, una gran cantidad de cubanos cayó en una precariedad sin precedentes, y algunos en la indigencia.

Juan de La Cruz, de 63 años, decidió hace 15 días empezar a mendigar en la calle. Sin una pierna que le fue amputada en 2021 debido a la diabetes, se sienta bajo un portal en el concurrido barrio de Centro Habana con un cartel que dice: «Por favor, algo para comer».

«Lo que me dan a mí» del Bienestar Social «no me alcanza», explica el sexagenario que recibe 1,092 pesos mensuales de pensión, equivalentes a menos de 3 dólares en el mercado informal, e insuficientes para comprar un kilo de pollo, lamenta. El comedor comunitario no le gusta: La comida «es mala, arroz sin manteca, sin aceite», se queja.

Este excamillero, alejado de su familia, se alegra de tener todavía un techo. El «cuartico mío es chiquitico», pero «está vacío, vacío, vacío».

Garaje de motos

Las autoridades en Cuba nunca utilizan la palabra «pobres», prefieren términos como personas «vulnerables» o «deambulantes», para referirse a los indigentes. Según el gobierno, en 2024 había 189,000 familias y 350,000 personas solas vulnerables que se beneficiaban de programas sociales en una isla de 9.7 millones de habitantes.

gosper861