Reproducción.- Por Rafael Pineda.- República Dominicana es un país tan generoso que hasta premia a sus verdugos. Aquellos que con saña le han abierto la guerra mediática, y hacen los mayores esfuerzos por debilitar su soberanía. El turno para Mario Vargas Llosa, quien haciendo uso de su notable prestigio e influencia en la opinión internacional, golpeó a este país en el momento que más estaba necesitando de amigos.
Lo de Vargas Llosa ha sido como una puñalada que se le da al amigo por la espalda, si tomamos en cuenta que este país le dispensó los máximos honores, le otorgó la Orden Heráldica de Cristóbal Colón en el grado de Gran Cruz Placa de Plata y en el 2010 le concedió la nacionalidad dominicana.
Desde el 2013 lanza infundios y odio hacia el pueblo dominicano, poniendo debajo de su bandera, con irrespeto, el símbolo del Nazi fascismo. Y hoy, el Ministerio de Cultura le concede el máximo galardón cultural de la República. Qué país tan generoso el nuestro.
Yo, un hijo del Caribe criado en San juan de la Maguana, nacido en El Corozo, una aldea de ciento cincuenta habitantes que nunca vieron un libro, y donde aún hoy no conocen el significado de las palabras “Biblioteca”, “Premio Nobel”, “Literatura”, “Teatro”, “Música clásica”. ni la expresión “Ministerio de Cultura”, porque su vocabulario, además de lo que tiene que ver con la agricultura y la pesca, está signado por lo que le impone el día a día: “Cerveza Bohemia”, “una Presidente”, “Brahma”, “Colmadòn”, “Ron Barceló”, “Brugal”, “una fría”, “Ron Bermúdez”; no soy quien para cuestionar la decisión de un comité de notables escogido por el honorable Ministro de Cultura, e integrado “por expertos que imparten docencia en universidades de Estados Unidos, Canadá, México, Europa y República Dominicana”.
Escribo esto tal vez porque, entre diez millones que somos, estoy entre los escogidos que han leído la obra de Mario Vargas Llosa, lo han tratado personalmente, y han seguido su trayectoria desde “Los Jefes” y “La Ciudad y los perros” hasta “El héroe discreto”.
Mario Vargas Llosa es un Judas. Transita a través de los pueblos del Caribe, se hace pasar por amigo y luego traiciona la confianza y los afectos.
Ya en la década de los setenta el escritor peruano Washington Delgado hizo la primera advertencia al señalar que Vargas Llosa actuaba como un fariseo: “En “La Ciudad y los perros” había una admiración secreta por el autoritarismo militar que aparentemente criticaba. Idéntica conclusión tuvo el norteamericano Joseph Sommers sobre la vocación secreta del autor de Conversación en la Catedral “por el orden militar autoritario que en sus obras denuncia”.
La misma que observó el critico literario argentino Jorge Lafforgue al decir que en el fondo Mario Vargas Llosa comparte la ideología de la sociedad que denuncia. “No acepta la mentira; pero los principios que esgrime para enjuiciarla no son otros que aquellos que la han producido”.
Hace unos años tuve un encuentro con él en ocasión de que el Circulo de la Prensa del Uruguay le entregó un importante reconocimiento. Al enterarse de mi nacionalidad, me disparó a quemarropa: “Ese es un país al que yo quiero mucho; yo me considero un autentico dominicano”.
Sus palabras me emocionaron, como me emociono cuando escucho expresiones parecidas de argentinos, uruguayos y chilenos, quienes en encuentros casuales me hacen saber su tremenda admiración por la patria de Juan Pablo Duarte, por sus patrimonios históricos y culturales. Y fundamentalmente por la belleza de sus gentes.
Pero la lealtad no es un atributo del premio Nobel de literatura español-peruano. Poco tiempo faltó para que tuviera que definirse y enseñar de qué lado estaban sus intereses políticos, económicos y sociales, y con quién verdaderamente estaba identificado. Para hacerlo saber al mundo, sacó su reiterada vocación por el delirio, hizo aparecer la mentira como verdad, y le dio la puñalada trapera a la nación dominicana, donde fue acogido desde su primera visita el año 1974 como si fuera un hijo que retornaba de una larga ausencia.
Su traición a la patria de Juan Pablo Duarte, la hizo pública en un artículo publicado en El País, de España, que tituló “Los Parias del Caribe”. Lo expuesto no era más que la continuación del ensañamiento antinacional que venia practicando su hijo Gonzalo Vargas Llosa, quien protagonizó el papel de Quinta columna y luego de una extensa campaña antinacional, tuvo que abandonar, bajo repudio, precipitadamente el suelo dominicano.
Vargas Llosa es un Judas y en el menor de los casos el Pedro que negó tres veces a Cristo cuando la circunstancia apremiaba, no conozco ese hombre, no se quién es, no lo he visto.
Vargas Llosa mintió, le hizo una fea campaña a la nación y al gobierno dominicano. Dijo que aquí existe una práctica racista similar a la hitleriana contra los judíos, y citó como concretos los casos de errores legales que ya se habían corregido. Dijo más, que el racismo “siempre aparece, sobre todo cuando hacen falta chivos expiatorios que distraigan a la gente de los verdaderos problemas y de los verdaderos culpables de que los problemas no se solucionen…” Y ofendió los símbolos patrios.
El autor de “La Casa Verde” no respeta la soberanía de los pueblos, se expresa con soberbia, y como el colonizador que le trae la civilización a estos aborígenes, se irgue como el campeón de ideales ciudadanos, autor de perfectas “lecciones de política internacional y sensatez”.
Su traición a la República Dominicana no es la primera en el Caribe. En los sesenta le juró lealtad a la heroína cubana Haydee Santamaría por el proceso que se vivía en Cuba. Se integró como colaborador de primera línea al equipo de intelectuales nucleados en Casa de las Américas y fue uno de los primeros aliados y propagandistas de ese país sobre el que, entre muchas páginas de elogio, llegó a escribir: “…cuyas realizaciones formidables para el pueblo de Cuba son llevadas a cabo en condiciones verdaderamente heroicas, que he podido verificar personalmente en repetidos viajes a la isla”.
Luego, en el 1970, ante el primer disenso, dio un sorprendente viraje y traicionó, no solo a la heroína, sino a toda la generación con la que había cultivado una alianza de principios, integrada, entre otros, por Julio Cortázar, Roberto Fernández Retamar, Mario Benedetti, Juan Marínelo, Roque Dalton, Ángel Rama, Gabriel García Márquez.
Ante la felonía de Vargas Llosa, Haydee Santamaría le respondió con el coraje de la mujer digna que ella representaba; lo llamó uno de “los peores calumniadores, autor de opiniones ridículas” y lo definió como “la viva imagen del escritor colonizado, despreciador de nuestros pueblos”.
Desde entonces su discurso delirante lo ha disparado contra Venezuela. Y lo mismo con Ecuador. Y lo mismo con Argentina. Y lo mismo con Bolivia. Y lo mismo con Chile. Ahora el eje de sus ataques fue República Dominicana. País con el que nunca debió meterse.
Por el irrespeto a la soberanía y a la independencia de otros países, el Vicepresidente de Bolivia, Don Álvaro García Linera, le dio esta respuesta al autor de la estética flaubertiana: “…excelente novelista, periodista mediocre y enano político”.
Haciendo gala de un subjetivismo deshistorizado, avalado por las ONGs, comparó a las autoridades, al gobierno, al pueblo y a la justicia dominicana con los alemanes de Hitler. Misma comparación que había hecho con la entonces presidenta peronista Argentina Cristina Fernández de Kirchner y con el partido que la representaba.
Recibirá de manos del principal órgano de la cultura dominicana, un premio que lleva el nombre de Pedro Henríquez Ureña, el más grande humanista latinoamericano. Se lo otorga el país al que, con soberbia ha ofendido. Él mismo se llenó de asombro ante el hecho real de que aquellos a quienes escogió como adversarios, en un acto que puede interpretarse como una autohumillaciòn, lo premian por su obra. Pero Mario Vargas Llosa no dejará de ser un Judas que ha traicionado la amistad que le brindó el pueblo dominicano.
Jenchy Suero
Jesús Antonio Suero Castillo (Jenchy Suero), nació en San Juan de la Maguana, catedrático universitario, comunicador, economista y abogado. Ha dirigido diversas entidades profesionales y organizativas de la sociedad, etc. Jenchy Suero, conduce y produce el programa televisivo: “Primera Hora” y conduce “Panorama Social, ambos cada día de lunes a viernes en la televisión de Santo Domingo República Dominicana.